martes, 11 de agosto de 2015

CÓMO SE HACE LA MEDITACIÓN

GNOSIS
CÓMO SA HECE LA MEDITACIÓN
Por: samael aun weor

Lo importante hermanos, es experimentar lo real; esto solamente es posible en ausencia de la mente.

Tengo entendido que debemos agotar, precisamente, el proceso de pensar.

En la práctica he podido verificar totalmente, íntegramente, que aquellos que viven de momento en momento son los que más hacen.

Si alguien lo interroga a uno, debe adelantarse al proceso pensativo y contestar espontáneamente, instantáneamente con aquello que le salga del corazón sincero; así, poco a poco, se va libertando uno de todo el proceso del pensar.

Se le presenta a uno un problema en la vida, no debe tratar de resolverlo, mejor es disolverlo.

La mente para lo único que realmente sirve es para torturarnos la existencia y nada más.

He estado reflexionando en estos días, hermanos, mucho, y me doy cuenta cabal de que la mente, como instrumento de investigación, es demasiado pobre; es dijéramos, perdóneseme el concepto, es muy miserable.

A mí no me parece, pues, que el intelecto sea un instrumento así, muy eficiente para la investigación; mejor sería por ejemplo desembotellar la esencia a través de la meditación, es decir, desembotellar la conciencia, sacarla de dentro de esa jaula de los conceptos intelectivos o razonativos.

Quiero que vosotros, mis caros hermanos, practiquéis la Meditación en forma más intensiva.

Cuando la mente está quieta realmente, no aquietada violentamente, repito, sino quieta, de forma espontánea y natural; cuando la mente está en silencio, no silenciada a la fuerza, amordazada, porque entonces ella por dentro estaría gritando, no; repito: en silencio en forma natural, entonces adviene lo nuevo.

En la Meditación, mis caros hermanos, debemos en primer lugar, colocar nuestro cuerpo en la forma más cómoda.

Cerrar luego los ojos para que nada de las cosas del mundo nos distraiga.

Y luego, observar a nuestra propia mente en acción: si un pensamiento nos viene estudiarlo, observarlo cuidadosamente, comprenderlo profundamente y luego olvidarlo.

Si un recuerdo adviene, hay que hacer lo mismo: estudiarlo, sopesarlo, medirlo, y olvidarlo después de haberlo comprendido a fondo, íntegramente, totalmente.

Si un deseo cualquiera viene, pues, bueno, vamos a estudiar el deseo, a profundizarlo, a ver qué es lo que tiene de real, luego olvidarlo.

Cada pensamiento, cada deseo, cada recuerdo, cada idea, etc., etc., etc., debe ser rigurosamente estudiado, comprendido a fondo.

Así es como vamos conociendo nuestro ego, nuestro yo, nuestro mí mismo; porque todo eso que nos viene a la mente cuando intentamos meditar, todo eso que intenta sabotearnos el trabajo es nuestro propio Ego, nuestros propios deseos.

Porque nuestro ego son nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras ideas, nuestras apetencias, nuestros temores, nuestros odios, nuestras envidias, nuestros egoísmo, nuestras lujurias, nuestros orgullos, etc...

Así pues, que en meditación vamos viendo lo que va apareciendo, vamos viendo nuestro propio Ego, el cual tiene un principio y tiene un fin; es como un ovillo de hilo, por ejemplo: tiene su principio y tiene su fin.

Así es el ego, mis caros hermanos: tiene un principio y tiene un fin...

Una vez que ha concluido todo el film, dijéramos, de la pantalla, toda la procesión aquella del “yo”, todo ese encadenamiento de deseos, apetencias, temores, recuerdos, odios, etc., la Mente queda, obviamente, quieta y en el más profundo silencio.

Y entonces, es natural que la esencia, la conciencia que llevamos dentro, se desembotella de entre la mente, se libera; y así venimos a experimentar lo real, eso que es la verdad, ¿entendido?

Que queremos saber, por ejemplo, sobre la Atlántida, ¿qué haremos?

Primero hay que llevar la Mente a la quietud y a el silencio, eso es claro; más antes de haber comenzado toda práctica, habremos de orar, sí a nuestra Divina Madre Kundalini, haberle pedido a Ella de todo corazón que nos lleve a la Atlántida, qué queremos saber de la Atlántida; después nos sentamos para la práctica.

Y una vez que la Mente está quieta y en silencio, pues, es obvio, mis caros hermanos, que entonces la Divina Madre Kundalini nos llevará a la Atlántida y vamos a verla; pero VAMOS A VERLA EN CONCIENCIA, EN ESENCIA, EN ESPÍRITU, no a través del proceso del pensar, a través de los intelectualismos, que de nada sirven.

A través de simples teorías, no se consigue nada.

Vamos a verla tal cual es; vamos a revivir vidas que tuvimos en la Atlántida, existencias pasadas; ése sí es el modo de saber, ¿verdad?

Yo por mi parte, voy a decirles a ustedes algo:

Cuando quiero investigar por ejemplo sobre la Lemuria, lo primero que hago, a mi modo (si a ustedes les conviene, pues sigan mi ejemplo, yo les digo cómo hago):

Me acuesto, pues, en mi cama muy tranquilamente, en la posición de estrella flamígera (brazos y piernas abiertas), cuerpo relajado totalmente; cierro mis ojos físicos para que no me molesten las cosas del mundo exterior...

Después, me concentro en mi Divina Madre Kundalini, le digo:

“Quiero saber sobre tal cosa, por ejemplo, sobre la Lemuria (un ejemplo.)

Quiero información”.

Suplico y pido con verdadero amor, naturalmente, porque a la Madre Divina, no se va uno a dirigir en forma dictatorial (“A pedir limosna con escopeta” como dicen por allí), no; sino con verdadero amor.

El hijo debe dirigirse a su Madre Divinacon amor.

Y después de la súplica, busco poner mi Mente QUIETA Y EN SILENCIO.

Si algún recuerdo me viene en esos momentos en que intento hacer la práctica, pues, lo comprendo, lo analizo y lo olvido.

Si surge cualquier deseo, cualquier idea, pues hago lo mismo:

Comprender, analizar..., comprender, discernir y olvidar, y al fin la Mente queda quieta.

Una vez quieta y en el más profundo silencio, entonces mi conciencia se desembotella, eso es obvio.

Se sale de entre la Mente y voy a vivir la Lemuria, y a ver los hechos de la Lemuria, y a revivir existencias que tuve en la Lemuria.

Después, salgo ya de la Meditación con toda la información, la escribo y se las entrego a ustedes en libros impresos, ¿qué tal?

¿Cómo les parece mi sistema, mis caros hermanos?

Hagan resonar estas cintas o cassettes y muchas veces; háganla resonar y escuchen la Enseñanza tal como se las estoy dando; pero escúchenla por favor, practiquen, no basta solamente recibir la cátedra, hay que llevar la Enseñanza a la práctica, ¿entendido?

INVESTIGAR CON LA CONCIENCIA………

El sistema, pues, de investigar con la conciencia es mejor que investigar con el intelecto, más sabio.

Porque con la conciencia experimentamos directamente la verdad; con el intelecto, ¿qué experimentamos? nada, mis caros hermanos, con el intelecto lo único que conseguimos es amargarse la vida, llenarse la mente de teorías y más teorías; eso es todo.

Lo que sale de la conciencia, repito, es recto; lo que sale del intelecto, es difícil que sea recto, por lo común es torcido.

Eso lo he podido verificar a través de la experiencia.

Empero, reconozco que cada cual es libre de pensar como quiera.

Quienes quieran seguir mis enseñanzas, que las sigan, yo no estoy tratando de ejercer coerción sobre la mente de nadie.

Respeto el libre pensar de cada cual, expongo sí, digo: Es mejor libertarnos del proceso del intelecto...

Lo grave es que las gentes están tan auto engañadas, que creen que toda acción debe nacer forzosamente de la mente.

Jamás hacen la voluntad del Padre, nunca actúan con los dictados de la conciencia, no escuchan a la conciencia, prefieren hacer las cosas con sus ideas más o menos torcidas, o disparatadas, de acuerdo con sus impulsos meramente intelectivos; eso nos ha conducido al error.

Vean el estado en el que se encuentra la humanidad.

Más si continuamos actuando de acuerdo con los impulsos intelectivos o con los impulsos de la mente, entonces nuestras acciones serán torcidas, disparatadas, erradas.

Eso lo hemos podido reflexionar, comprender a través de la vida práctica...

DISCUTIR CON LA MENTE………

Hay que discutir un poco con la mente cuando ésta no quiere obedecer.

Debemos dirigirnos a la mente, diciéndole, por ejemplo: “mente, ¿por qué no me obedeces?

¡Obedéceme!

¿Qué es lo que tú quieres, mente?”...

Más tarde, con el desarrollo de las facultades, la mente nos contestará como si fuese un sujeto completamente diferente.

Nos dirá: “Yo quiero esto, o deseo tal otra cosa”; o simplemente a través de una imagen representativa, a través de cualquier representación intelectiva, nos mostrará lo que ella quiere.

Entonces, podremos nosotros decirle: “Lo que tú estás deseando, mente, no sirve, es falso, ¡obedéceme!

¡Yo soy tu conciencia y tú debes obedecerme, Mente!”...

Así, poco a poco la vamos dominando; hay que aprender a discutir con ella, tratarla en la misma forma en que los arrieros tratan a un burro que no quiere obedecer.

¿Habréis visto vosotros, hermanos, cómo tratan los amansadores de caballos a los caballos?

Hay veces que hasta les regañan, y así debemos nosotros hacer con la mente: tratarla como un burro o un caballo, como algo que debe aprender a obedecer.

No ser esclavo de la mente, porque si nosotros somos esclavos de la mente, vamos al fracaso.

Hay un punto muy delicado durante la meditación: muchas veces cuando uno cree que ha llegado a la quietud y al silencio de la mente, no ha llegado todavía.

Entonces debe escarbar adentro, debe decirle a la mente:

“¿Mente, qué es lo que pasa?

¿Qué es lo que estás deseando?

¿Por qué no estás quieta?

¡Obedéceme, debes estar quieta!”...

A veces, si vosotros tenéis cierto desarrollo de vuestras facultades superiores, podréis ver las representaciones de la mente, que en ese instante contestará con tales o cuales escenas; en esa forma nos dirá qué es lo que quiere.

Más, precisamente, ése es el instante de saber responderle, de saber tratar a esa mente en la misma forma en que un arriero trataría a un borrico que no quisiere obedecer, a un borrico que no quisiere estar quieto; y por último, ésta quedaría quieta.

La quietud y el silencio, eso es lo que se quiere durante la meditación, precisamente eso.

Porque cuando la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, adviene lo nuevo.

Si creéis que habéis llegado a la quietud, y todavía no estáis experimentando nada, es porque no habéis llegado a la quietud y al silencio.

Si encontráis alguna presión dentro de vuestra mente y no aquel estado de natural espontaneidad, de natural actitud, es porque todavía no está quieta la mente ni en silencio.

Hay que averiguar, entonces, por qué no está quieta, por qué no está en silencio.

Puede suceder que tenga luchas terribles, allá, en fondos sumergidos, en repliegues muy hondos, desconocidos para vosotros.

Sí, no se os haga extraño: fondos internos sumergidos o infraconscientes de la mente...

En tales fondos o abismos intelectivos, también hay luchas que muchas veces no conocemos (en la región meramente superficial del razonamiento).

Luchas, luchas que traban, que no permiten que la conciencia se escape; luchas que embotellan a la esencia...

Por eso, cuando os halléis en ese estado, a pesar de creer que está la mente quieta y en silencio, no surge lo nuevo, es porque hay trabas muy hondas del infraconsciente.

Entonces hay que interrogar a la mente: “¿Mente, qué es lo que deseas?

¿Por qué no estás quieta?”...

La mente dará una respuesta, posiblemente con una representación.

Comprender tal representación, discernirla y hacerle ver a la mente que esa representación, que esa idea que ella tiene, que ese deseo que ella tiene es absurdo.

Hay que discutir, en ese caso, con la mente, y hacerle comprender que está en lo absurdo y que su posición no tiene una base sólida; que lo mejor que debe hacer, es dejarnos quietos, no molestarnos más, no fastidiarnos.

Pero hay que comprender cuál es ese deseo que tiene la mente.

Deseo, posiblemente, demasiado sumergido.

Hay que comprenderlo para poderlo destruir; destruido, pues, viene la quietud y el silencio de la mente.

Y si no viniera, ¿entonces qué?

Es porque hay algún otro deseo sumergido, algún otro problema por ahí, Infra-conscientes.

En ese caso hay que repetir, hay que discutir con la mente, hay que interrogarla para saber qué quiere; hay que hacerle comprender que lo que está deseando es absurdo, que nos deje en paz, que no nos moleste.

Así, domeñando a la mente, amansándola como a un potro salvaje, al fin llega el instante que aprende a estar quieta y en silencio; hasta que viene la Liberación de la Esencia, la Liberación de la Conciencia.

Uno con la Conciencia libre, fuera del terreno meramente intelectivo, puede experimentar, estudiar, no digo solamente la Atlántida o la Lemuria, sino hasta los Días y las Noches Cósmicas; puede ahondar la historia de los siglos; conocerse a sí mismo y conocer a los demás; descubrir los Misterios de la Vida y de la Muerte; experimentar los siete secretos indecibles, etc., etc., mis caros hermanos.

¡Más meditación, por favor, más Meditación, es lo que ustedes necesitan!

En Tercera Cámara, en el Lumisial, se puede hacer Meditación en grupo, y conviene hacerla para que todos reciban la fuerza.

Y en la casa hay que trabajar diariamente, diariamente en la casa, mis caros hermanos, trabajar, trabajar y trabajar.

Recuerden ustedes que “la Meditación es el Pan del Sabio”, “el Pan Nuestro de cada día”; debemos practicarla con intensidad, ¿me habéis comprendido?

Ahora les invito a practicar la meditación, les invito a estudiar, les invito a reflexionar las enseñanzas.

Samael aun weor





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