GNOSIS
CÓMO SA HECE LA MEDITACIÓN
Por:
samael aun weor
Lo
importante hermanos, es experimentar lo real; esto solamente es posible en
ausencia de la mente.
Tengo
entendido que debemos agotar, precisamente, el proceso de pensar.
En la
práctica he podido verificar totalmente, íntegramente, que aquellos que viven
de momento en momento son los que más hacen.
Si
alguien lo interroga a uno, debe adelantarse al proceso pensativo y contestar
espontáneamente, instantáneamente con aquello que le salga del corazón sincero;
así, poco a poco, se va libertando uno de todo el proceso del pensar.
Se le
presenta a uno un problema en la vida, no debe tratar de resolverlo, mejor es
disolverlo.
La
mente para lo único que realmente sirve es para torturarnos la existencia y
nada más.
He
estado reflexionando en estos días, hermanos, mucho, y me doy cuenta cabal de
que la mente, como instrumento de investigación, es demasiado pobre; es
dijéramos, perdóneseme el concepto, es muy miserable.
A mí no
me parece, pues, que el intelecto sea un instrumento así, muy eficiente para la
investigación; mejor sería por ejemplo desembotellar la esencia a través de la
meditación, es decir, desembotellar la conciencia, sacarla de dentro de esa
jaula de los conceptos intelectivos o razonativos.
Quiero
que vosotros, mis caros hermanos, practiquéis la Meditación en forma más
intensiva.
Cuando
la mente está quieta realmente, no aquietada violentamente, repito, sino
quieta, de forma espontánea y natural; cuando la mente está en silencio, no
silenciada a la fuerza, amordazada, porque entonces ella por dentro estaría
gritando, no; repito: en silencio en forma natural, entonces adviene lo nuevo.
En la
Meditación, mis caros hermanos, debemos en primer lugar, colocar nuestro cuerpo
en la forma más cómoda.
Cerrar
luego los ojos para que nada de las cosas del mundo nos distraiga.
Y
luego, observar a nuestra propia mente en acción: si un pensamiento nos viene
estudiarlo, observarlo cuidadosamente, comprenderlo profundamente y luego
olvidarlo.
Si un
recuerdo adviene, hay que hacer lo mismo: estudiarlo, sopesarlo, medirlo, y
olvidarlo después de haberlo comprendido a fondo, íntegramente, totalmente.
Si un
deseo cualquiera viene, pues, bueno, vamos a estudiar el deseo, a
profundizarlo, a ver qué es lo que tiene de real, luego olvidarlo.
Cada
pensamiento, cada deseo, cada recuerdo, cada idea, etc., etc., etc., debe ser
rigurosamente estudiado, comprendido a fondo.
Así es
como vamos conociendo nuestro ego, nuestro yo, nuestro mí mismo; porque todo
eso que nos viene a la mente cuando intentamos meditar, todo eso que intenta
sabotearnos el trabajo es nuestro propio Ego, nuestros propios deseos.
Porque
nuestro ego son nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras ideas,
nuestras apetencias, nuestros temores, nuestros odios, nuestras envidias,
nuestros egoísmo, nuestras lujurias, nuestros orgullos, etc...
Así
pues, que en meditación vamos viendo lo que va apareciendo, vamos viendo
nuestro propio Ego, el cual tiene un principio y tiene un fin; es como un
ovillo de hilo, por ejemplo: tiene su principio y tiene su fin.
Así es el
ego, mis caros hermanos: tiene un principio y tiene un fin...
Una vez
que ha concluido todo el film, dijéramos, de la pantalla, toda la procesión
aquella del “yo”, todo ese encadenamiento de deseos, apetencias, temores,
recuerdos, odios, etc., la Mente queda, obviamente, quieta y en el más profundo
silencio.
Y
entonces, es natural que la esencia, la conciencia que llevamos dentro, se
desembotella de entre la mente, se libera; y así venimos a experimentar lo
real, eso que es la verdad, ¿entendido?
Que
queremos saber, por ejemplo, sobre la Atlántida, ¿qué haremos?
Primero
hay que llevar la Mente a la quietud y a el silencio, eso es claro; más antes
de haber comenzado toda práctica, habremos de orar, sí a nuestra Divina Madre
Kundalini, haberle pedido a Ella de todo corazón que nos lleve a la Atlántida,
qué queremos saber de la Atlántida; después nos sentamos para la práctica.
Y una
vez que la Mente está quieta y en silencio, pues, es obvio, mis caros hermanos,
que entonces la Divina Madre Kundalini nos llevará a la Atlántida y vamos a
verla; pero VAMOS A VERLA EN CONCIENCIA, EN ESENCIA, EN ESPÍRITU, no a través
del proceso del pensar, a través de los intelectualismos, que de nada sirven.
A
través de simples teorías, no se consigue nada.
Vamos a
verla tal cual es; vamos a revivir vidas que tuvimos en la Atlántida,
existencias pasadas; ése sí es el modo de saber, ¿verdad?
Yo por
mi parte, voy a decirles a ustedes algo:
Cuando
quiero investigar por ejemplo sobre la Lemuria, lo primero que hago, a mi modo
(si a ustedes les conviene, pues sigan mi ejemplo, yo les digo cómo hago):
Me
acuesto, pues, en mi cama muy tranquilamente, en la posición de estrella
flamígera (brazos y piernas abiertas), cuerpo relajado totalmente; cierro mis
ojos físicos para que no me molesten las cosas del mundo exterior...
Después,
me concentro en mi Divina Madre Kundalini, le digo:
“Quiero
saber sobre tal cosa, por ejemplo, sobre la Lemuria (un ejemplo.)
Quiero
información”.
Suplico
y pido con verdadero amor, naturalmente, porque a la Madre Divina, no se va uno
a dirigir en forma dictatorial (“A pedir limosna con escopeta” como dicen por
allí), no; sino con verdadero amor.
El hijo
debe dirigirse a su Madre Divinacon amor.
Y después
de la súplica, busco poner mi Mente QUIETA Y EN SILENCIO.
Si
algún recuerdo me viene en esos momentos en que intento hacer la práctica,
pues, lo comprendo, lo analizo y lo olvido.
Si
surge cualquier deseo, cualquier idea, pues hago lo mismo:
Comprender,
analizar..., comprender, discernir y olvidar, y al fin la Mente queda quieta.
Una vez
quieta y en el más profundo silencio, entonces mi conciencia se desembotella,
eso es obvio.
Se sale
de entre la Mente y voy a vivir la Lemuria, y a ver los hechos de la Lemuria, y
a revivir existencias que tuve en la Lemuria.
Después,
salgo ya de la Meditación con toda la información, la escribo y se las entrego
a ustedes en libros impresos, ¿qué tal?
¿Cómo
les parece mi sistema, mis caros hermanos?
Hagan
resonar estas cintas o cassettes y muchas veces; háganla resonar y escuchen la
Enseñanza tal como se las estoy dando; pero escúchenla por favor, practiquen,
no basta solamente recibir la cátedra, hay que llevar la Enseñanza a la
práctica, ¿entendido?
INVESTIGAR
CON LA CONCIENCIA………
El
sistema, pues, de investigar con la conciencia es mejor que investigar con el
intelecto, más sabio.
Porque
con la conciencia experimentamos directamente la verdad; con el intelecto, ¿qué
experimentamos? nada, mis caros hermanos, con el intelecto lo único que conseguimos
es amargarse la vida, llenarse la mente de teorías y más teorías; eso es todo.
Lo que
sale de la conciencia, repito, es recto; lo que sale del intelecto, es difícil
que sea recto, por lo común es torcido.
Eso lo
he podido verificar a través de la experiencia.
Empero,
reconozco que cada cual es libre de pensar como quiera.
Quienes
quieran seguir mis enseñanzas, que las sigan, yo no estoy tratando de ejercer
coerción sobre la mente de nadie.
Respeto
el libre pensar de cada cual, expongo sí, digo: Es mejor libertarnos del
proceso del intelecto...
Lo
grave es que las gentes están tan auto engañadas, que creen que toda acción
debe nacer forzosamente de la mente.
Jamás
hacen la voluntad del Padre, nunca actúan con los dictados de la conciencia, no
escuchan a la conciencia, prefieren hacer las cosas con sus ideas más o menos
torcidas, o disparatadas, de acuerdo con sus impulsos meramente intelectivos;
eso nos ha conducido al error.
Vean el
estado en el que se encuentra la humanidad.
Más si
continuamos actuando de acuerdo con los impulsos intelectivos o con los
impulsos de la mente, entonces nuestras acciones serán torcidas, disparatadas,
erradas.
Eso lo
hemos podido reflexionar, comprender a través de la vida práctica...
DISCUTIR
CON LA MENTE………
Hay que
discutir un poco con la mente cuando ésta no quiere obedecer.
Debemos
dirigirnos a la mente, diciéndole, por ejemplo: “mente, ¿por qué no me
obedeces?
¡Obedéceme!
¿Qué es
lo que tú quieres, mente?”...
Más
tarde, con el desarrollo de las facultades, la mente nos contestará como si
fuese un sujeto completamente diferente.
Nos
dirá: “Yo quiero esto, o deseo tal otra cosa”; o simplemente a través de una
imagen representativa, a través de cualquier representación intelectiva, nos
mostrará lo que ella quiere.
Entonces,
podremos nosotros decirle: “Lo que tú estás deseando, mente, no sirve, es
falso, ¡obedéceme!
¡Yo soy
tu conciencia y tú debes obedecerme, Mente!”...
Así,
poco a poco la vamos dominando; hay que aprender a discutir con ella, tratarla
en la misma forma en que los arrieros tratan a un burro que no quiere obedecer.
¿Habréis
visto vosotros, hermanos, cómo tratan los amansadores de caballos a los
caballos?
Hay
veces que hasta les regañan, y así debemos nosotros hacer con la mente:
tratarla como un burro o un caballo, como algo que debe aprender a obedecer.
No ser esclavo
de la mente, porque si nosotros somos esclavos de la mente, vamos al fracaso.
Hay un
punto muy delicado durante la meditación: muchas veces cuando uno cree que ha
llegado a la quietud y al silencio de la mente, no ha llegado todavía.
Entonces
debe escarbar adentro, debe decirle a la mente:
“¿Mente,
qué es lo que pasa?
¿Qué es
lo que estás deseando?
¿Por
qué no estás quieta?
¡Obedéceme,
debes estar quieta!”...
A veces,
si vosotros tenéis cierto desarrollo de vuestras facultades superiores, podréis
ver las representaciones de la mente, que en ese instante contestará con tales
o cuales escenas; en esa forma nos dirá qué es lo que quiere.
Más,
precisamente, ése es el instante de saber responderle, de saber tratar a esa mente
en la misma forma en que un arriero trataría a un borrico que no quisiere
obedecer, a un borrico que no quisiere estar quieto; y por último, ésta
quedaría quieta.
La
quietud y el silencio, eso es lo que se quiere durante la meditación, precisamente
eso.
Porque cuando
la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, adviene lo nuevo.
Si
creéis que habéis llegado a la quietud, y todavía no estáis experimentando
nada, es porque no habéis llegado a la quietud y al silencio.
Si
encontráis alguna presión dentro de vuestra mente y no aquel estado de natural
espontaneidad, de natural actitud, es porque todavía no está quieta la mente ni
en silencio.
Hay que
averiguar, entonces, por qué no está quieta, por qué no está en silencio.
Puede
suceder que tenga luchas terribles, allá, en fondos sumergidos, en repliegues
muy hondos, desconocidos para vosotros.
Sí, no
se os haga extraño: fondos internos sumergidos o infraconscientes de la
mente...
En
tales fondos o abismos intelectivos, también hay luchas que muchas veces no
conocemos (en la región meramente superficial del razonamiento).
Luchas,
luchas que traban, que no permiten que la conciencia se escape; luchas que
embotellan a la esencia...
Por
eso, cuando os halléis en ese estado, a pesar de creer que está la mente quieta
y en silencio, no surge lo nuevo, es porque hay trabas muy hondas del
infraconsciente.
Entonces
hay que interrogar a la mente: “¿Mente, qué es lo que deseas?
¿Por
qué no estás quieta?”...
La mente
dará una respuesta, posiblemente con una representación.
Comprender
tal representación, discernirla y hacerle ver a la mente que esa
representación, que esa idea que ella tiene, que ese deseo que ella tiene es
absurdo.
Hay que
discutir, en ese caso, con la mente, y hacerle comprender que está en lo
absurdo y que su posición no tiene una base sólida; que lo mejor que debe
hacer, es dejarnos quietos, no molestarnos más, no fastidiarnos.
Pero
hay que comprender cuál es ese deseo que tiene la mente.
Deseo,
posiblemente, demasiado sumergido.
Hay que
comprenderlo para poderlo destruir; destruido, pues, viene la quietud y el
silencio de la mente.
Y si no
viniera, ¿entonces qué?
Es
porque hay algún otro deseo sumergido, algún otro problema por ahí,
Infra-conscientes.
En ese
caso hay que repetir, hay que discutir con la mente, hay que interrogarla para
saber qué quiere; hay que hacerle comprender que lo que está deseando es
absurdo, que nos deje en paz, que no nos moleste.
Así,
domeñando a la mente, amansándola como a un potro salvaje, al fin llega el
instante que aprende a estar quieta y en silencio; hasta que viene la
Liberación de la Esencia, la Liberación de la Conciencia.
Uno con
la Conciencia libre, fuera del terreno meramente intelectivo, puede
experimentar, estudiar, no digo solamente la Atlántida o la Lemuria, sino hasta
los Días y las Noches Cósmicas; puede ahondar la historia de los siglos;
conocerse a sí mismo y conocer a los demás; descubrir los Misterios de la Vida
y de la Muerte; experimentar los siete secretos indecibles, etc., etc., mis
caros hermanos.
¡Más
meditación, por favor, más Meditación, es lo que ustedes necesitan!
En
Tercera Cámara, en el Lumisial, se puede hacer Meditación en grupo, y conviene
hacerla para que todos reciban la fuerza.
Y en la
casa hay que trabajar diariamente, diariamente en la casa, mis caros hermanos,
trabajar, trabajar y trabajar.
Recuerden
ustedes que “la Meditación es el Pan del Sabio”, “el Pan Nuestro de cada día”;
debemos practicarla con intensidad, ¿me habéis comprendido?
Ahora
les invito a practicar la meditación, les invito a estudiar, les invito a
reflexionar las enseñanzas.
Samael
aun weor
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