martes, 11 de agosto de 2015

COMBINAR LA MEDITACIÓN CON EL SUEÑO

GNOSIS
COMBINAR LA MEDITACIÓN CON EL SUEÑO
Por: samael aun weor

En la meditación se debe COMBINAR, inteligentemente, la concentración con el sueño.

Sueño y concentración, mezclados, producen iluminación.

Muchos esoteristas piensan que la meditación en modo alguno se debe combinar con el sueño del cuerpo, más quienes así piensan, se equivocan, porque la meditación sin sueño, arruina el cerebro.

Se debe siempre utilizar el sueño, en combinación con la técnica de la meditación.

Pero un SUEÑO CONTROLADO, un sueño voluntario; no un sueño sin control, no un sueño absurdo.

Meditación y sueño combinados inteligentemente.

Debemos “montar” sobre el sueño, y no que el sueño “monte” sobre nosotros.

Si aprendemos a “montar” sobre el sueño, habremos triunfado; si el sueño “monta” sobre nosotros, habremos fracasado.

¡Pero, usar el sueño!

La meditación, repito, combinada con el sueño y la técnica, llevará a nuestros estudiantes al samadhi, a la experiencia del vacío iluminador.

Diariamente hay que practicar.

¿A qué hora?

En el instante en que nos sintamos con el ánimo de hacerlo.

Muy especialmente cuando nos sintamos con sueño; aprovecharlo para la meditación.

Si los discípulos siguen estas indicaciones, podrán un día recibir el tao, podrán experimentar la verdad.

Obviamente, hay dos tipos de dialéctica:

La dialéctica racional, del intelecto, y la dialéctica de la conciencia.

Durante el satori trabaja la dialéctica de la conciencia; entonces todo lo entendemos por intuiciones, o a través de palabras, o de figuras simbólicas, es el lenguaje de las parábolas del Evangelio Crístico, el lenguaje vivo de la conciencia superlativa del ser.

En el zen, por ejemplo, la dialéctica de la conciencia se adelanta siempre a la dialéctica del raciocinio.

En el Vacío Iluminador todo se sabe “porque sí”, por experiencia directa de la Verdad.

El estudiante tendrá que familiarizarse con la dialéctica de la conciencia.

Desgraciadamente, el poder formulativo de conceptos lógicos, por muy brillante que sea, y hasta útil en todos los aspectos de la vida práctica, resulta óbice para la dialéctica de la conciencia.

No quiero con esto descartar el poder formulativo de conceptos lógicos, pues todos los necesitamos en el terreno de los hechos prácticos de la existencia, pero cada facultad, incuestionablemente, tiene su órbita particular y es útil dentro de su órbita; fuera de su órbita, resulta inútil y perjudicial.

Dejemos el poder formulativo de conceptos dentro de su órbita.

Y dentro del samadhi, o para el samadhi, o en la meditación, debemos siempre aprehender, capturar, vivenciar la dialéctica de la conciencia.

Eso es cuestión de experiencia, que el discípulo irá haciendo a medida que practique con la técnica de la meditación.

El camino de la meditación profunda, implica mucha paciencia.

Los impacientes jamás lograrán triunfar.

No es posible vivenciar la experiencia del vacío iluminador, en tanto exista en nosotros la impaciencia.

El “yo” de la impaciencia tiene que ser eliminado, después de haber sido comprendido.

¡Qué se entienda esto con claridad!

Si así se actúa, se recibirá el tao; eso es obvio.

Jamás podría venir a nosotros la experiencia de lo real, en tanto la conciencia continúe embutida dentro del ego.

El ego, en sí mismo, es “tiempo”; toda esa multiplicidad de elementos fantasmales que constituyen el mí mismo, son un compendio del tiempo.

La experiencia del vacío iluminador es la antítesis.

Resulta ATEMPORAL, está más allá del tiempo y de la mente.

El tiempo es toda la multiplicidad del yo; el yo es el tiempo.

Así, pues, el tiempo es subjetivo, incoherente, torpe, pesado; no tiene realidad objetiva.

Cuando uno se sienta en una sala de meditación, o sencillamente en su casa, a meditar, cuando quiere practicar con esta técnica, debe olvidar el concepto “tiempo” y vivir dentro de un instante eterno.

Quienes se dedican a meditar y están pendientes del reloj, obviamente no logran la experiencia del vacío iluminador.

Si se me preguntara cuántos minutos diarios debemos utilizar para la meditación: o si media hora, o una hora, o dos...

¡No daría respuesta!

Porque si alguien entra en meditación y está pendiente del tiempo, no puede experimentar el vacío iluminador, porque éste no es del tiempo.

Esto sería algo similar a un ave que intentara volar, pero estuviera amarrada por una pata a una piedra, o a un palo. No podría volar, habría una traba.

Para experimentar el vacío iluminador, tenemos que libertarnos de toda traba.

Lo importante, ciertamente, es experimentar la verdad.

La Verdad está en el vacío iluminador.

La verdad cada cual tiene que experimentarla por sí mismo, a través de la técnica de la meditación.

En el vacío iluminador experimentamos la verdad; ése es un elemento que nos transforma radicalmente.

Hay que perseverar, hay que ser tenaces.

Puede que en principio no logremos nada, pero a medida que vaya pasando el tiempo sentiremos que nos vamos haciendo cada vez más profundos, y al fin, un día cualquiera, irrumpirá en nuestra mente la experiencia del vacío iluminador.

Perseverancia, se hace indispensable.

Diariamente hay que trabajar a fondo, hasta conseguir el triunfo total.

Resulta prodigiosa la experiencia de la verdad a través de la meditación.

Si uno ha experimentado la Verdad, se siente con fuerza para perseverar en el trabajo sobre sí mismo.

Brillantes autores han hablado sobre El Trabajo Psicológico, sobre el sí mismo, sobre el Yo, sobre el mí mismo.

Y es obvio que han hecho bien en haber hablado así, más han olvidado algo: la experiencia de la verdad.

En tanto uno no haya experimentado lo real, no se siente reconfortado, no se siente con fuerzas suficientes como para trabajar sobre el sí mismo, sobre el yo mismo.

Cuando uno de verdad ha pasado por tal experiencia mística, es diferente: nada lo puede detener en su anhelo por la liberación;

Trabajará incansablemente sobre sí mismo, para conseguir de verdad un cambio radical, total y definitivo.

Ahora comprenderán ustedes, mis queridos amigos, por qué es tan indispensable LA SALA DE MEDITACIÓN.

Francamente, yo me siento bastante triste al ver que, a pesar de haber escrito tanto sobre meditación en distintos “Mensajes de Navidad” de años anteriores, todavía en los países suramericanos y centroamericanos no existen Salas de Meditación, cuando ya deberían existir.

¿Qué es lo que ha pasado?

¡Existe indolencia!

¿Por qué existe?

¡Por falta de comprensión!

Se hace indispensable entender que el pobre “animal intelectual”, equivocadamente llamado “hombre”, NECESITA ALIENTO, necesita algo que lo anime en la lucha:

Estímulos para el trabajo sobre sí mismo.

Sucede que el pobre “animal intelectual” es débil por naturaleza y se encuentra colocado en una situación completamente desventajosa.

El ego es demasiado fuerte y la personalidad terriblemente débil.

Dejado así, solo, apenas sí puede caminar.

Necesita de algo que lo anime al trabajo, necesita de un apoyo íntimo.

Esto solamente es posible mediante la meditación.

No quiero decir que todos, de un solo golpe de hoz, vayan a experimentar el vacío iluminador.

Obviamente, hay que llegar a esa experiencia a través de distintos grados.

El devoto irá sintiendo, cada vez más, EL IMPULSO ÍNTIMO DEL SER; tendrá diversas vivencias más o menos lúcidas, y por último, un día llegará en que tendrá la mejor de las vivencias.

La experiencia directa de la gran realidad; entonces recibirá el Tao.

Sopesen bien estas palabras.  ¡Reflexionen!

No hay duda, mis caros hermanos, que la disolución del “yo” suele ser un trabajo arduo y difícil.

Por eso es que la experiencia de lo real (en ausencia del “yo”, en ausencia de la mente), es muy útil y necesaria.

Porque al vivenciar la Verdad, acumulamos en nuestro interior ciertas fuerzas que nos permiten luchar, con más ventaja, contra el ego, contra el “yo”.

Desafortunadamente, la mente vive en incesante parloteo, no está quieta un instante; ni siquiera hemos aprendido a pensar sin palabras, y eso es lamentable.

Necesitamos de algún idioma para pensar; interesante sería saber pensar sin necesidad de palabras...

La mente está dividida incesantemente, en un batallar de antítesis, en la lucha de los opuestos.

Una mente así, dividida, no puede experimentar la Verdad.

Mas no es posible la experiencia de lo real, mientras la mente esté dividida en un batallar de antítesis.

Cuando la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, adviene lo nuevo.

No basta sencillamente escuchar: hay que saber escuchar, y esto es diferente.

Pero “el que escucha la palabra y no la hace”, dice el Apóstol Santiago en la Epístola Universal, “se parece al hombre que se mira en el espejo y luego da la espalda y se va”...

¡Hay que hacer la palabra dentro de sí mismos!

No basta escuchar; hay que convertirla en carne, sangre y vida, si es que se quiere una transformación radical.

¡Hay que perseverar!

samael aun weor



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