GNOSIS
COMBINAR LA MEDITACIÓN CON EL SUEÑO
Por: samael aun weor
En la meditación se debe COMBINAR,
inteligentemente, la concentración con el sueño.
Sueño y concentración, mezclados, producen
iluminación.
Muchos esoteristas piensan que la meditación
en modo alguno se debe combinar con el sueño del cuerpo, más quienes así
piensan, se equivocan, porque la meditación sin sueño, arruina el cerebro.
Se debe siempre utilizar el sueño, en
combinación con la técnica de la meditación.
Pero un SUEÑO CONTROLADO, un sueño
voluntario; no un sueño sin control, no un sueño absurdo.
Meditación y sueño combinados
inteligentemente.
Debemos “montar” sobre el sueño, y no que el
sueño “monte” sobre nosotros.
Si aprendemos a “montar” sobre el sueño,
habremos triunfado; si el sueño “monta” sobre nosotros, habremos fracasado.
¡Pero, usar el sueño!
La meditación, repito, combinada con el sueño
y la técnica, llevará a nuestros estudiantes al samadhi, a la experiencia del
vacío iluminador.
Diariamente hay que practicar.
¿A qué hora?
En el instante en que nos sintamos con el
ánimo de hacerlo.
Muy especialmente cuando nos sintamos con
sueño; aprovecharlo para la meditación.
Si los discípulos siguen estas indicaciones,
podrán un día recibir el tao, podrán experimentar la verdad.
Obviamente, hay dos tipos de dialéctica:
La dialéctica racional, del intelecto, y la
dialéctica de la conciencia.
Durante el satori trabaja la dialéctica de la
conciencia; entonces todo lo entendemos por intuiciones, o a través de palabras,
o de figuras simbólicas, es el lenguaje de las parábolas del Evangelio
Crístico, el lenguaje vivo de la conciencia superlativa del ser.
En el zen, por ejemplo, la dialéctica de la
conciencia se adelanta siempre a la dialéctica del raciocinio.
En el Vacío Iluminador todo se sabe “porque
sí”, por experiencia directa de la Verdad.
El estudiante tendrá que familiarizarse con
la dialéctica de la conciencia.
Desgraciadamente, el poder formulativo de
conceptos lógicos, por muy brillante que sea, y hasta útil en todos los
aspectos de la vida práctica, resulta óbice para la dialéctica de la
conciencia.
No quiero con esto descartar el poder
formulativo de conceptos lógicos, pues todos los necesitamos en el terreno de
los hechos prácticos de la existencia, pero cada facultad, incuestionablemente,
tiene su órbita particular y es útil dentro de su órbita; fuera de su órbita,
resulta inútil y perjudicial.
Dejemos el poder formulativo de conceptos
dentro de su órbita.
Y dentro del samadhi, o para el samadhi, o en
la meditación, debemos siempre aprehender, capturar, vivenciar la dialéctica de
la conciencia.
Eso es cuestión de experiencia, que el
discípulo irá haciendo a medida que practique con la técnica de la meditación.
El camino de la meditación profunda, implica
mucha paciencia.
Los impacientes jamás lograrán triunfar.
No es posible vivenciar la experiencia del
vacío iluminador, en tanto exista en nosotros la impaciencia.
El “yo” de la impaciencia tiene que ser
eliminado, después de haber sido comprendido.
¡Qué se entienda esto con claridad!
Si así se actúa, se recibirá el tao; eso es
obvio.
Jamás podría venir a nosotros la experiencia
de lo real, en tanto la conciencia continúe embutida dentro del ego.
El ego, en sí mismo, es “tiempo”; toda esa
multiplicidad de elementos fantasmales que constituyen el mí mismo, son un
compendio del tiempo.
La experiencia del vacío iluminador es la
antítesis.
Resulta ATEMPORAL, está más allá del tiempo y
de la mente.
El tiempo es toda la multiplicidad del yo; el
yo es el tiempo.
Así, pues, el tiempo es subjetivo,
incoherente, torpe, pesado; no tiene realidad objetiva.
Cuando uno se sienta en una sala de meditación,
o sencillamente en su casa, a meditar, cuando quiere practicar con esta
técnica, debe olvidar el concepto “tiempo” y vivir dentro de un instante
eterno.
Quienes se dedican a meditar y están
pendientes del reloj, obviamente no logran la experiencia del vacío iluminador.
Si se me preguntara cuántos minutos diarios
debemos utilizar para la meditación: o si media hora, o una hora, o dos...
¡No daría respuesta!
Porque si alguien entra en meditación y está
pendiente del tiempo, no puede experimentar el vacío iluminador, porque éste no
es del tiempo.
Esto sería algo similar a un ave que
intentara volar, pero estuviera amarrada por una pata a una piedra, o a un
palo. No podría volar, habría una traba.
Para experimentar el vacío iluminador,
tenemos que libertarnos de toda traba.
Lo importante, ciertamente, es experimentar
la verdad.
La Verdad está en el vacío iluminador.
La verdad cada cual tiene que experimentarla
por sí mismo, a través de la técnica de la meditación.
En el vacío iluminador experimentamos la
verdad; ése es un elemento que nos transforma radicalmente.
Hay que perseverar, hay que ser tenaces.
Puede que en principio no logremos nada, pero
a medida que vaya pasando el tiempo sentiremos que nos vamos haciendo cada vez
más profundos, y al fin, un día cualquiera, irrumpirá en nuestra mente la
experiencia del vacío iluminador.
Perseverancia, se hace indispensable.
Diariamente hay que trabajar a fondo, hasta
conseguir el triunfo total.
Resulta prodigiosa la experiencia de la verdad
a través de la meditación.
Si uno ha experimentado la Verdad, se siente
con fuerza para perseverar en el trabajo sobre sí mismo.
Brillantes autores han hablado sobre El Trabajo
Psicológico, sobre el sí mismo, sobre el Yo, sobre el mí mismo.
Y es obvio que han hecho bien en haber
hablado así, más han olvidado algo: la experiencia de la verdad.
En tanto uno no haya experimentado lo real,
no se siente reconfortado, no se siente con fuerzas suficientes como para
trabajar sobre el sí mismo, sobre el yo mismo.
Cuando uno de verdad ha pasado por tal experiencia
mística, es diferente: nada lo puede detener en su anhelo por la liberación;
Trabajará incansablemente sobre sí mismo,
para conseguir de verdad un cambio radical, total y definitivo.
Ahora comprenderán ustedes, mis queridos
amigos, por qué es tan indispensable LA SALA DE MEDITACIÓN.
Francamente, yo me siento bastante triste al
ver que, a pesar de haber escrito tanto sobre meditación en distintos “Mensajes
de Navidad” de años anteriores, todavía en los países suramericanos y
centroamericanos no existen Salas de Meditación, cuando ya deberían existir.
¿Qué es lo que ha pasado?
¡Existe indolencia!
¿Por qué existe?
¡Por falta de comprensión!
Se hace indispensable entender que el pobre “animal
intelectual”, equivocadamente llamado “hombre”, NECESITA ALIENTO, necesita algo
que lo anime en la lucha:
Estímulos para el trabajo sobre sí mismo.
Sucede que el pobre “animal intelectual” es
débil por naturaleza y se encuentra colocado en una situación completamente
desventajosa.
El ego es demasiado fuerte y la personalidad terriblemente
débil.
Dejado así, solo, apenas sí puede caminar.
Necesita de algo que lo anime al trabajo,
necesita de un apoyo íntimo.
Esto solamente es posible mediante la meditación.
No quiero decir que todos, de un solo golpe
de hoz, vayan a experimentar el vacío iluminador.
Obviamente, hay que llegar a esa experiencia
a través de distintos grados.
El devoto irá sintiendo, cada vez más, EL
IMPULSO ÍNTIMO DEL SER; tendrá diversas vivencias más o menos lúcidas, y por
último, un día llegará en que tendrá la mejor de las vivencias.
La experiencia directa de la gran realidad;
entonces recibirá el Tao.
Sopesen bien estas palabras. ¡Reflexionen!
No hay duda, mis caros hermanos, que la
disolución del “yo” suele ser un trabajo arduo y difícil.
Por eso es que la experiencia de lo real (en
ausencia del “yo”, en ausencia de la mente), es muy útil y necesaria.
Porque al vivenciar la Verdad, acumulamos en
nuestro interior ciertas fuerzas que nos permiten luchar, con más ventaja,
contra el ego, contra el “yo”.
Desafortunadamente, la mente vive en
incesante parloteo, no está quieta un instante; ni siquiera hemos aprendido a
pensar sin palabras, y eso es lamentable.
Necesitamos de algún idioma para pensar;
interesante sería saber pensar sin necesidad de palabras...
La mente está dividida incesantemente, en un
batallar de antítesis, en la lucha de los opuestos.
Una mente así, dividida, no puede
experimentar la Verdad.
Mas no es posible la experiencia de lo real,
mientras la mente esté dividida en un batallar de antítesis.
Cuando la mente está quieta, cuando la mente
está en silencio, adviene lo nuevo.
No basta sencillamente escuchar: hay que
saber escuchar, y esto es diferente.
Pero “el que escucha la palabra y no la
hace”, dice el Apóstol Santiago en la Epístola Universal, “se parece al hombre
que se mira en el espejo y luego da la espalda y se va”...
¡Hay que hacer la palabra dentro de sí
mismos!
No basta escuchar; hay que convertirla en
carne, sangre y vida, si es que se quiere una transformación radical.
¡Hay que perseverar!
samael aun
weor
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