VEO LA REALIDAD
Por: jeanne de salzmann
Para que yo pueda recibir y transmitir una energía de un
nivel más elevado, hace falta un organismo interior, como otro
cuerpo viviente con vida propia, en el que cada mecanismo, como en el
cuerpo físico, se engrana para ayudar al mantenimiento del todo, donde
nada trabaja para su meta particular, diferente del resto.
Es
lo que debería suceder en nuestra organización interior, para todos nuestros cerebros.
Su
funcionamiento
debería asegurar la vida de una Presencia, otro organismo relacionado con los
centros superiores.
Necesito
que se establezca un nuevo orden.
Debo
separar lo sutil de lo grueso, no para juzgar o menospreciar, sino para
mantenerlos separados hasta que una naturaleza viva su vida dentro de la otra.
Esto
crea un circuito nuevo, una corriente emocional más pura que las emociones subjetivas habituales.
Con
una relajación profunda, la energía más fina puede circular libremente en mí.
Entonces,
puedo experimentar la Presencia como un campo magnético.
Busco
una sensación consciente para darle sitio al ser interior.
El
momento del conocimiento no es el momento de la imagen o del juicio.
El
momento del conocimiento aparece en un momento de suspensión del pensamiento automático y de la emoción
subjetiva.
Una
tranquilidad permite que la atención esté libre.
Porque
necesito conocer, ver, mi atención entra en contacto con lo
que es.
En
ese contacto, tiene lugar una acción, una fusión; hay una Presencia con su vida
propia, su propio ritmo.
Veo
la dualidad constante, la fragmentación, la contradicción que la impide, que impide la
fusión, la unidad.
Cuando
lo veo, la energía se transforma.
Cuando
el cuerpo está inmóvil y el pensamiento muy tranquilo, cuando no hay ni
pensamiento ni movimiento, esto se convierte en un hecho, lo que es,
y el hecho no produce ni placer ni pena.
Nunca
es mecánico.
No
podemos aproximarnos a él con opiniones o juicios, porque entonces
reemplazan al hecho que se quiere comprender.
El
hecho
nos enseña y, para seguir su enseñanza, el escuchar, la observación, deben ser
intensos.
Esa
atención intensa desaparece si hay un motivo para escuchar.
El
sufrimiento viene del pensamiento y el pensamiento que se nutre de sí mismo forma el yo ordinario.
Como
una maquina,
ese yo es nutrido por el pensamiento y las emociones.
El
hecho
destruye esa maquina.
Ni
los métodos ni los sistemas aportarán comprensión; sólo la conciencia del hecho: la conciencia,
sin escoger ningún
pensamiento o emoción, comprendiendo su motivo, su mecanismo, dejando a cada
uno la libertad de expandirse, y viendo lo que sucede.
Si
bien es importante constatar el cambio constante de los hechos en uno mismo, más
importante aún es tratar de ir más allá.
La
conciencia
de sí tal como uno es, sin teorías, sin conclusiones, es la meditación.
Cuando
el pensamiento y el sentimiento florecen y mueren, uno entra en otra esfera.
Aparece
un movimiento libre del tiempo que el pensamiento no puede conocer.
Uno
ya no busca la experiencia y uno ya no le pide nada.
La
transformación que puede ocurrir en mí es la transformación de mi conciencia por otra
manera de pensar y otra manera de sentir.
Y
esto sólo ocurrirá por la vía de la visión pura que me cambia enteramente, como
por milagro.
Ver
lo que soy, momento tras momento, es un abandono de todo lo que pretendo ser.
Todo
está comprometido en esto; mis emociones, mi pensamiento, mi cuerpo.
Es
con esa condición
que se obtiene la visión y que la energía es liberada.
Sólo
esa energía me da la fuerza de profundizar sin detenerme.
Ver
de esa manera, ver sin la reacción de mi memoria, es sumamente importante para mí.
Ver
el hecho, cualquiera que sea: la ambición, los celos, la negación, me revela un enorme poder.
El
hecho florece,
por asi decir, y hay entonces no sólo la comprensión del hecho, sino la acción que
produce, el cambio en mi conciencia.
El
acto mismo de
ver trae ese cambio y la verdad de lo que veo modifica completamente mi actitud hacia la
vida.
La
conciencia se abre y uno ve la verdad.
Puedo
ver la realidad que se vuelve todopoderosa para mí.
Es
una
comprensión emocional de la verdad.
La
verdad no tiene continuidad porque esta más allá del tiempo.
No
es ella la que dura.
Debe
ser vista instantáneamente y olvidada.
Olvidada
en el sentido de que uno no se la lleva consigo como un recuerdo de una verdad que
fue.
Y
como mi mente no está ocupada, ella reaparece, tal vez al día siguiente o tal
vez, incluso, enseguida.
jeanne
de salzmann
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