jueves, 1 de octubre de 2015

EL APÓSTOL PABLO DICE...

EL APÓSTOL PABLO DICE…
Por: Maurice Nicoll

"A fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura."

Primero que todo, ¿qué significa comprender la anchura, la longitud, la profundidad y la altura?
                                  
¿Qué podrían ser sino comprender el espacio?

Y ya sabemos que comprender los misterios del espacio es empezar la comprensión superior.

El apóstol dice que los que estén "arraigados y cimentados en amor" comprenderán con todos los santos qué es el espacio.

Aquí se suscita esta pregunta: ¿por qué el amor debe dar comprensión?

Está claro que el amor conduce a la santidad.

El amor, como lo entiende el apóstol Pablo (capítulo 13 de la Primera Epístola a los Corintios) es la más elevada de todas las emociones, la síntesis, la fusión de todas las emociones superiores.

No puede haber duda de que ella conduce a la santidad.

La santidad es el estado del espíritu liberado de la dualidad del hombre con su eterna desarmonía de alma y cuerpo.

En el lenguaje del apóstol Pablo, santidad significa incluso un poco menos que en nuestro lenguaje actual.

A todos los miembros de su iglesia él los llamaba santos.

En su lenguaje, ser un santo significaba ser justo, moral, religioso.

Decimos que éste es el único camino hacia la santidad.

La santidad es algo diferente: algo que se alcanzó.

Pero no importa que la consideremos en el lenguaje de él o en el nuestro: la santidad es una cualidad sobrehumana.

En la esfera de la moralidad, corresponde al genio en la esfera del intelecto.

El amor es el camino hacia la santidad.

Pero el apóstol Pablo conecta a la santidad con el CONOCIMIENTO.

Los santos comprenden qué es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura: y él dice que todos (a través del amor) podrán comprender esto con ellos.

¿Pero qué han de comprender ellos?

Han de COMPRENDER EL ESPACIO.

Porque "anchura, longitud, profundidad y altura", traducido a nuestro lenguaje de definiciones más breves, significa espacio.

Y esto último es lo más extraño que todo.

¿Cómo pudo el apóstol Pablo conocer y pensar que la santidad da una nueva comprensión del espacio?

Nosotros sabemos que debería, ¿pero cómo pudo él conocer esto?

Ninguno de sus contemporáneos conectó las ideas de la comprensión del espacio con la santidad.

Y aún no existía la cuestión del "espacio" en aquella época, al menos no existía entre los romanos y griegos.

Sólo ahora, después de KANT y tras haber tenido acceso al tesoro del pensamiento oriental, entendemos que es imposible pasar a un nuevo grado de consciencia sin una expansión del sentido del espacio.

¿Pero es esto lo que quiso decir el apóstol Pablo, aquel hombre extraño, funcionario romano, perseguidor del Cristianismo primitivo que se convirtió en su predicador, filósofo, místico, hombre que "vio a Dios", audaz reformador y moralista de su época, que luchó en favor del "espíritu" contra la "letra" y que, ciertamente, no fue responsable de que, más tarde, no se le entendiera según el "espíritu" sino según la "letra"?

¿Qué quiso decir?

No lo sabemos.

Pero, consideremos estas palabras del Apocalipsis y de las Epístolas desde el punto de vista de nuestro "pensamiento positivista" corriente que, en ocasiones, consiente graciosamente admitir el "significado metafórico" de la mística.

¿Qué veremos?

No veremos nada.

La vislumbre del misterio, revelada por un momento, se esfumará inmediatamente.

No habrá nada salvo palabras sin significado alguno, con nada en ellas que atraiga nuestra fatigada atención que fluctuará sobre ellas como lo hace sobre todo lo demás.

Daremos vuelta la página con indiferencia, y con igual actitud cerraremos el libro.

Efectivamente, es una metáfora interesante, ¡pero nada más!

Y no nos damos cuenta de que nos robamos a nosotros mismos, despojamos a nuestra vida de toda belleza, de todo misterio, de todo significado, y luego nos preguntamos por qué estamos tan aburridos y hastiados, porque no tenemos deseos de vivir; no vemos que no entendemos nada de lo que nos rodea; que la fuerza bruta, el engaño o la falsificación ganan siempre, y que no tenemos nada que oponerles.

El método positivista no es bueno.

Maurice Nicoll





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