EL APÓSTOL PABLO
DICE…
Por: Maurice Nicoll
"A fin de que,
arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con
todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la
altura."
Primero que todo,
¿qué significa comprender la anchura, la longitud, la profundidad y la altura?
¿Qué podrían ser sino
comprender el espacio?
Y ya sabemos que
comprender los misterios del espacio es empezar la comprensión superior.
El apóstol dice que
los que estén "arraigados y cimentados en amor" comprenderán con todos los santos qué es el espacio.
Aquí se suscita esta
pregunta: ¿por qué el amor debe dar comprensión?
Está claro que el
amor conduce a la santidad.
El amor, como lo
entiende el apóstol Pablo (capítulo 13 de la Primera Epístola a los Corintios)
es la más elevada de todas las emociones, la síntesis, la fusión de todas las
emociones superiores.
No puede haber duda
de que ella conduce a la santidad.
La santidad es el estado del espíritu
liberado de la dualidad del hombre con su eterna desarmonía de alma y cuerpo.
En el lenguaje del
apóstol Pablo, santidad significa incluso un poco menos que en nuestro lenguaje
actual.
A todos los miembros
de su iglesia él los llamaba santos.
En su lenguaje, ser
un santo significaba ser justo, moral, religioso.
Decimos que éste es
el único camino hacia la santidad.
La santidad es algo
diferente: algo que se alcanzó.
Pero no importa que
la consideremos en el lenguaje de él o en el nuestro: la santidad es una
cualidad sobrehumana.
En la esfera de la
moralidad, corresponde al genio en
la esfera del intelecto.
El amor es el camino hacia la santidad.
Pero el apóstol Pablo
conecta a la santidad con el
CONOCIMIENTO.
Los santos comprenden qué es la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura: y él dice que todos (a través del amor)
podrán comprender esto con ellos.
¿Pero qué han de
comprender ellos?
Han de COMPRENDER EL
ESPACIO.
Porque "anchura,
longitud, profundidad y altura", traducido a nuestro lenguaje de
definiciones más breves, significa espacio.
Y esto último es lo
más extraño que todo.
¿Cómo pudo el apóstol
Pablo conocer y pensar que la santidad da una nueva comprensión del espacio?
Nosotros sabemos que
debería, ¿pero cómo pudo él conocer esto?
Ninguno de sus contemporáneos
conectó las ideas de la comprensión del espacio con la santidad.
Y aún no existía la
cuestión del "espacio" en aquella época, al menos no existía entre
los romanos y griegos.
Sólo ahora, después de KANT y tras haber tenido
acceso al tesoro del pensamiento oriental, entendemos que es imposible pasar a
un nuevo grado de consciencia sin una expansión del sentido del espacio.
¿Pero es esto lo que
quiso decir el apóstol Pablo, aquel hombre extraño, funcionario romano,
perseguidor del Cristianismo primitivo que se convirtió en su predicador,
filósofo, místico, hombre que "vio a Dios", audaz reformador y
moralista de su época, que luchó en favor del "espíritu" contra la
"letra" y que, ciertamente, no fue responsable de que, más tarde, no
se le entendiera según el "espíritu" sino según la "letra"?
¿Qué quiso decir?
No lo sabemos.
Pero, consideremos
estas palabras del Apocalipsis y de las Epístolas desde el punto de vista de
nuestro "pensamiento positivista" corriente que, en ocasiones,
consiente graciosamente admitir el "significado metafórico" de la
mística.
¿Qué veremos?
No veremos nada.
La vislumbre del
misterio, revelada por un momento, se esfumará inmediatamente.
No habrá nada salvo
palabras sin significado alguno, con nada en ellas que atraiga nuestra fatigada
atención que fluctuará sobre ellas como lo hace sobre todo lo demás.
Daremos vuelta la
página con indiferencia, y con igual actitud cerraremos el libro.
Efectivamente, es una
metáfora interesante, ¡pero nada más!
Y no nos damos cuenta
de que nos robamos a nosotros mismos, despojamos a nuestra vida de toda
belleza, de todo misterio, de todo significado, y luego nos preguntamos por qué
estamos tan aburridos y hastiados, porque no tenemos deseos de vivir; no vemos
que no entendemos nada de lo que nos rodea; que la fuerza bruta, el engaño o la
falsificación ganan siempre, y que no tenemos nada que oponerles.
El método positivista
no es bueno.
Maurice Nicoll
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